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Ecología y primer mundo - Laura Rodríguez O’Dwyer

Ecología y primer mundo

Desde hace más de treinta años sabemos del daño reversible que le estamos causando al medioambiente y también de la responsabilidad a nivel gubernamental e individual que tenemos. O si no es así, va siendo hora de que lo sepamos: La peor pandemia de nuestra época no es el COVID19, es el calentamiento global y su consecuente destrucción del planeta originado por accionar “humano” −sí, entrecomillado porque, a estas alturas, realmente nos merecemos el título de animal bípedo destructor−.

Nunca me sorprendió que el nuevo movimiento de lucha por el cuidado del planeta y contra el calentamiento climático surgiera de una niña como Greta Thunberg porque realmente la esperanza está en la juventud y en la niñez. Pero no te desanimes si no pertenecés a cualquiera de esas franjas etarias, si te importa nuestra casa, no importa tu edad. Lo fundamental es la acción.

Cuando tenía unos 12 años leí un libro que me cambió la vida, se titulaba 50 Cosas que los Niños pueden hacer para salvar la Tierra de The Earthworks Group, Editorial Emecé, 1995. En ese libro se dan 50 recomendaciones de cómo se mejor ciudadano y miembro de este planeta. Ahí aprendí a no tirar la basura al piso, a reciclar, a recolectar desechos y basura en la playa, a hacer papel reciclado (que olía a pedo y luego varias experimentaciones se logró una especie de papel higiénico de pésima calidad para lijarse bien lijado).  Este libro me cambió la vida y por eso te recomiendo que se lo regales a alguien o te lo autoregales.

Gracias a ese libro adopté cierta conciencia ecológica, buenas prácticas y hábitos de consumo. Tales prácticas son: reutilizar frascos y envases, evitar plásticos o reducir su consumo, separar la basura y en lo posible hacer compost, no derrochar el agua y apagar las luces y desenchufar si no estoy usando (cuida el planeta y el bolsillo), entre otros.

Me sorprendió mucho y fuertemente ver cómo en Japón y en Estados Unidos se genera una cantidad de basura injustificada a nivel exponencial. En Japón hay galletitas que parecen más bien muñecas rusas, adentro del envase plástico con otro plástico más otro plástico dentro del gran paquete de plástico. Hasta he visto bananas y manzanas envueltas en plástico. ¿Con qué necesidad?  

En Estados Unidos es común que la gente coma en su casa en platos descartables de cartón y que se utilicen papeles absorbentes para todo todo el tiempo. También es muy común que como no confían en el agua corriente, consuman agua embotellada, pero de 300 a 500 cm3 cada una. O sea, que para estar hidratados hay que tomar entre 4 y 6 de esas botellitas a diario. Y todas esas botellitas a la basura… ¿Qué pasa con eso? Nadie se lo cuestiona.  En los supermercados se sigue dando bolsas de plástico como siempre, no hay restricciones como en Argentina.

Todos estos son detalles, pero hacen la diferencia y son aspectos que, si millones de personas consideráramos, nuestro planeta tendría más posibilidades de recuperarse y sanarse.

A su vez, en Washington DC hay proyectos de negocios sustentables muy interesantes como la empresa familiar “MOM’s” en la que venden productos saludables sin envases y se difunde un estilo de vida amigable con el medioambiente. El problema es que tiene precios por encima de la media y claramente no está destinado a un público masivo.  

En esta entrada quería poner en manifiesto que salvar y cuidar el planeta es responsabilidad de los gobiernos y de los individuos. Considero que hay demasiada hipocresía y uso marketinero del cuidado del medioambiente y desarrollo sustentable y que es urgente que pensemos como individuos qué podemos hacer para con hábitos y conciencia cuidar de nuestra casa, de nuestro planeta, y a su vez exigir políticas de Estado y de mercado que cuiden nuestro planeta. Es absurdo, lamentable y triste ver cómo los así llamados “países del primer mundo” hacen OÍDOS SORDOS a una realidad que nos afecta a todos y no adoptan CAMBIOS YA. No podemos seguir como estamos porque nuestro planeta no lo resiste más.